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¿Cuáles son las perspectivas económicas para 2021?

Tras la recuperación posterior al duro confinamiento, ahora se prevé una recuperación económica lenta en el cuarto trimestre de 2020 y en el primer trimestre de 2021 debido al impacto económico significativo de  las nuevas medidas de distanciamiento social y la pérdida de empleo. Según las previsiones de Euler Hermes, el PIB mundial se contraerá un -4,7% en 2020, seguido de un +4,6% en 2021. (frente al +4,8% previsto en junio).

Los datos del segundo trimestre han confirmado recuperaciones divergentes en cada país; China y sus socios comerciales asiáticos, Alemania y Brasil superando al resto de Europa Occidental y Estados Unidos. En el último trimestre de 2020, los cambios de tendencia en la actividad se están viendo en Europa (principalmente en España, Francia y Reino Unido), Estados Unidos y  mercados emergentes como Brasil y México. En este contexto, la supresión gradual de las medidas políticas destinadas a apoyar económicamente a las empresas dará lugar a un importante riesgo de insolvencia, de hecho, en este sentido, se prevé  un aumento del +31% a finales de 2021.

Una recuperación para el comercio, los consumidores y los inversores

A pesar de que la recuperación del comercio de bienes en todo el mundo ha sido más fuerte de lo previsto, Estados Unidos y Europa occidental van por detrás de China, de los países emergentes de Asia y de la recuperación de las exportaciones de Europa del Este. En este sentido, en 2021 se prevé un repunte del +7% en el comercio mundial de bienes y servicios, sin embargo, los niveles anteriores a la crisis no se alcanzarán hasta 2022.

Mientras tanto, la recuperación será difícil en los hogares más vulnerables, que han perdido poder adquisitivo durante esta crisis.. La pérdida de puestos de trabajo afecta más a los trabajadores jóvenes, menos cualificados y a tiempo parcial, lo que supone una recuperación desigual en forma de K o "dual" en el gasto de consumo previsto.

El riesgo político podría volver como un boomerang

Las probabilidades de un Bréxit sin acuerdo han subido al 45%, mientras que los resultados de las elecciones de EE.UU. avecinan un nuevo abismo fiscal (fiscal cliff) y una disputa judicial a finales de año. En 2021, la guerra tecnológica entre EE.UU. y China, las tensiones en el mar Mediterráneo y la disputa entre EE.UU. y Rusia seguirán siendo protagonistas.

El riesgo de que los mercados emergentes cometan errores que debiliten su política fiscal para luchar contra la crisis se incrementará en 2022: aumentarían entonces los tipos de interés de EE.UU. y las preocupaciones sobre la sostenibilidad de la deuda podrían presión  en las divisas de estos mercados emergentes.

No es el momento de asumir riesgos

En el entorno de mercado actual es importante tener en cuenta que hay mayor incertidumbre económica ahora que a principios de año -a pesar de la combinación de políticas monetarias y fiscales actuales-, así como más riesgos geopolíticos y valoraciones más estrictas. En este contexto, los mercados de valores muestran un rechazo a los factores fundamentales, lo que hace que el reciente repunte no sea justificable. Debido a esto, se espera que el mercado de valores tenga un rendimiento inferior en 2020 y comience un repunte moderado en 2021. Cuando se trata de crédito corporativo, tanto el grado de inversión como los spreads de alto rendimiento parecen demasiado ajustados

Por último, a pesar de que la rentabilidad de los bonos soberanos de los países desarrollados está siendo baja anclada por sus respectivos bancos centrales, se espera una tímida subida a finales de 2020 y 2021. Este aumento se producirá gracias al aumento de la inflación. Por otra parte, la rentabilidad de los bonos a largo plazo de los mercados emergentes parece sobrevalorada.

Política fiscal y monetaria: la clave está en los detalles

Los estados miembros de la Unión Europea decidieron emitir una deuda común para impulsar la recuperación en un acuerdo histórico. Sin embargo, las diferentes naturalezas y las políticas fiscales serán decisivas: los países que se centran en la demanda a corto plazo, como Alemania, EE.UU. y China, podrían ver una recuperación más rápida que los que apuestan por la oferta, como Francia. En algunos países tienen que hacer todavía más, como España, Italia o el Reino Unido.

Tras la crisis es probable que la inflación se mantenga en niveles bajos a pesar de estos impulsos políticos. En cuanto a la política monetaria, se espera una aceleración de las compras de valores de la Reserva Federal de los EE.UU. en el primer semestre de 2021, con una reducción de su programa de flexibilización cuantitativa (QE) que comenzará a mediados de 2022 y un primer aumento de tipos en el tercer trimestre de 2023. El Banco Central Europeo debería anunciar 500.000 millones de euros adicionales en flexibilización cuantitativa en diciembre de 2020.

La COVID-19 ha cambiado las reglas del juego

En primer lugar, la lucha por el liderazgo regional conducirá a una "militarización" regular de la tecnología, el comercio, las monedas y los sistemas de pago. En segundo lugar, el equilibrio entre el Estado y los mercados cambiará, en perjuicio de estos últimos. Y a medida que el Estado intervenga cada vez más en el sector privado, la innovación en el mercado se debilitará y el número de empresas “zombies” aumentará. Los agentes privados de la seguridad social - como las compañías de seguros de vida- podrían verse gravemente afectados.

El creciente papel del Estado también tiene consecuencias para la política monetaria. Los altos niveles de deuda obligarán a los bancos centrales a respaldar el mercado de bonos para garantizar condiciones de refinanciación favorables. Estas políticas monetarias ultra-expansivas pueden privar a los mercados de su capacidad para fijar precios y asignar recursos de manera adecuada y fomentar la asunción de riesgos excesivos tanto por parte de los deudores como de los inversores.

Sin embargo, todo tiene su lado positivo: la COVID-19 ha demostrado la rapidez con la que se produce el cambio; es una oportunidad para romper las estructuras establecidas e impulsar la digitalización. Además, ha cambiado la forma de trabajar para siempre. A partir de ahora será a distancia, con equipos flexibles y menos viajes de negocios. Y, por último, también ha aumentado la conciencia del riesgo de la sociedad.  

El resultado será un aumento de la demanda para cubrir los riesgos y con mejor precio. Esto podría ser una ventaja para las aseguradoras, si son capaces de ofrecer soluciones completas y simples.