Los océanos, los minerales y el espacio exterior se entrelazan con las evaluaciones habituales del riesgo político, las cuales se basan en las fronteras nacionales, e impregnan el campo de acción de exportadores, importadores e inversionistas extranjeros directos por igual. El desfase que percibimos entre las recuperaciones a ritmos variables de la pandemia de COVID-19 y las expectativas mundiales, así como las consecuencias del conflicto en Ucrania, podría desarrollarse fácilmente en todos los países, pero también en los entornos mencionados.
La creciente demanda de acceso a los recursos oceánicos, a los minerales de importancia estratégica y al ámbito cada vez más concurrido y poco regulado del espacio exterior aumenta el riesgo político. Esto incluye el riesgo de guerra, el cual aumentó en la mayoría de las regiones en 2021, según las puntuaciones de riesgo político de Marsh. Pese a ser el más infravalorado de los nueve peligros que analizamos, el riesgo de guerra incrementó en el estudio de este año (véase la Figura 1).
Fuente: Marsh, abril 2022
Del mismo modo, aunque la puntuación del riesgo económico general sólo empeoró en nueve países en 2022 con respecto a 2021, las divisiones dentro de los países y las regiones siguieron aumentando, abasteciendo el descontento social y las amenazas terroristas. No está claro si la recuperación en curso de los daños económicos de la pandemia tendrá suficiente tracción para sacar a muchos países de sus dificultades económicas. El escenario pos pandémico luce más sensible a las amenazas omnipresentes que proceden de diversos desencadenantes pequeños, como un virus transmitido por vía aérea, un código informático que inicie un ataque de secuestro de datos (ransomware) o el efecto de un cambio de temperatura de medio grado en el medio ambiente. Del mismo modo, a medida que la intensificación de la crisis de Ucrania amenaza la seguridad alimenticia y energética, los países más dependientes de las importaciones podrían sufrir dramáticos retrocesos.
La aceleración de la economía mundial y las presiones inflacionarias están dejando atrás países y zonas menos resistentes desde el punto de vista social y menos eficaces desde el punto de vista institucional. Casi el 60% de las 197 jurisdicciones que analizamos experimentaron un deterioro de sus perfiles de deuda soberana, y más de la mitad presentaron un mayor riesgo de violencia interna. Este deterioro es evidente en regiones donde las brechas sociales y económicas ya eran amplias, como África y América Latina, o tras la intensificación de la crisis en Ucrania, pero varias señales predictivas presagian posibles rupturas incluso en economías consideradas más resistentes, entre ellas varias economías del sudeste de Asia (Tiger Cub) [1]. La relativa estabilidad mostrada en las puntuaciones de riesgo en el África subsahariana es especialmente alarmante porque el riesgo económico sigue siendo sustancialmente superior a la media mundial, y no se está recuperando sustancialmente a pesar del ciclo económico mundial. Del mismo modo, una modesta recuperación económica en la región de Asia-Pacífico no se traslada a otros peligros, como la solvencia soberana, la violencia política y el riesgo de transferencia y convertibilidad de divisas, que se han deteriorado.
Incluso después de que las vacunas y los refuerzos estén disponibles en algunas áreas, el entorno en el que operan las empresas y las instituciones financieras sigue siendo frágil; hasta una pequeña amenaza puede producir efectos globales. Existe una variedad de herramientas para gestionar el riesgo político y crediticio, tanto de fuentes públicas como privadas. Además de las agencias de crédito a la exportación respaldadas por los gobiernos y las organizaciones multilaterales, se ha desarrollado un sólido mercado privado de seguros contra el riesgo político para ayudar a los inversionistas y a las empresas a superar las crisis políticas y económicas. Las soluciones para protegerse de los riesgos de incumplimiento de pagos, mejorar la resistencia de la cadena de suministro y proteger a las personas y los activos en diversos países, pueden implicar programas públicos, seguros privados o una combinación de ambos.
Las fronteras tradicionales entre países siguen siendo delineadores clave del riesgo político. Sin embargo, a medida que el mundo avanza en la transición energética y la digitalización –al mismo tiempo que se recupera de una pandemia mundial– vale la pena considerar el impacto de otros tipos de fronteras. La ampliación de las fronteras marítimas en las ZEE, los depósitos subterráneos de minerales estratégicos y el ámbito escasamente regulado del espacio exterior son tres entornos cuyos límites conformarán el futuro del comercio, la geopolítica y el riesgo político. Las empresas que comprendan cómo influyen estos entornos en las tensiones existentes entre países y regiones estarán mejor situadas para beneficiarse de las recompensas potenciales que encierran.
Descubra cómo podemos ayudar a su empresa a afrontar estos riesgos de forma proactiva; envíenos un correo electrónico a creditspecialities@marsh.com o a través de su representante de Marsh para entablar una conversación confidencial.
[1] Las economías de Tiger Cub se refieren a Indonesia, Malasia, Filipinas, Tailandia y Vietnam, ya que intentan seguir el mismo modelo de desarrollo tecnológico y económico impulsado por las exportaciones que ya han alcanzado los países ricos, de alta tecnología, industrializados y desarrollados y los acaudalados centros financieros de Hong Kong, Singapur, Corea del Sur y Taiwán, a los que se ha denominado en conjunto como los cuatro tigres asiáticos.