
Por Jacobo López ,
Cyber Growth Leader, Marsh España
14/05/2025 · Lectura en 3 minutos
En un entorno empresarial cada vez más digitalizado e interdependiente, la ciberdelincuencia representa una amenaza crítica para la estabilidad económica de organizaciones públicas y privadas. Ataques como el ransomware o las intrusiones en infraestructuras críticas afectan por igual a multinacionales, pymes, entidades gubernamentales o incluso a prestadores de servicios.
Según Cybersecurity Ventures, el coste global de la ciberdelincuencia podría superar los 10 billones de dólares anuales en 2025, consolidándose como una de las actividades delictivas más lucrativas a del mundo. Este fenómeno no solo compromete la integridad de sistemas y datos, sino que genera consecuencias económicas tangibles y persistentes.
El Banco de España, en su Informe de Estabilidad Financiera de primavera de 2024, advertía de que la digitalización creciente y la interconectividad han elevado el ciberriesgo a categoría de vulnerabilidad sistémica. El regulador subraya que los ciberincidentes pueden provocar interrupciones operativas de gran calado, además de pérdidas financieras directas e indirectas, comprometiendo la confianza del mercado en las instituciones afectadas.
La mayor parte del impacto financiero proviene de:
Este tipo de incidentes no solo generan gastos inmediatos, sino que puede tener efectos a largo plazo en la valoración de la empresa, su competitividad y su posición en el mercado.
Frente a este escenario, la noción de ciberresiliencia ha cobrado fuerza. El Consejo de Estabilidad Financiera (FSB) la define como “la capacidad de una organización para continuar llevando a cabo su misión, anticipándose y adaptándose a las ciberamenazas y a otros cambios relevantes en su entorno, resistiendo, conteniendo y recuperándose rápidamente ante ciberincidentes”. La gestión del riesgo cibernético se ha convertido en una prioridad estratégica.
Si bien es fundamental invertir en tecnologías de protección, formación del personal y protocolos de ciberseguridad, estas no siempre garantizan una protección total. Es en este contexto donde adquiere especial relevancia el seguro cibernético. Las pólizas hoy día ofrecen una cobertura integral que va más allá de la simple compensación económica. Entre sus coberturas habituales destacan:
Muchas aseguradoras incluyen también servicios proactivos, como análisis de riesgos o simulacros de ataque, lo que convierte a la póliza en un elemento fundamental de prevención y preparación.
Para el comité de dirección y los responsables de riesgos o TI, incorporar el seguro cyber al plan global de riesgos debe entenderse como una inversión en continuidad y sostenibilidad operativa. En sectores regulados o altamente interconectados, contar con esta cobertura puede ser incluso un requisito para colaborar con determinados socios o acceder a licitaciones. En esta misma línea, el Instituto Nacional de Ciberseguridad (INCIBE) subraya que el aseguramiento debe integrarse en un enfoque holístico de ciberresiliencia, complementando la prevención tecnológica y la cultura corporativa de ciberseguridad.
En un entorno donde la pregunta ya no es si ocurrirá un ciberataque, sino cuándo, las empresas mejor preparadas serán aquellas que puedan mitigar el impacto, proteger su reputación y restaurar su operatividad con mayor agilidad.